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Cables artesanales. Pruebas y experiencias

Iniciado por FRR, Mayo 03, 2012, 00:36:04

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pascu


pos no tenia ni idea que había que tener en cuenta tantas cosas en un cable coaxial, bueno tantas.... digo, que pensaba que con cable 75 ohms y unos conectores normales vale..... no sabia que había conectores también especiales de 75 ohms.....

aun así no entiendo muy bien porque los conectores tienen que también tener una impedancia, porque al conectarlos al cable de 75 ohms su impedancia no sería esa ya??

un saludo, perdonen las molestias.

FRR

ACTUAL: AKG K701, Grado 60, Yuin G1A, iGrado, Senn CX 300-II, HD407 // MF V8p + Little Pinkie, clones RA1, Fiio E7 // Marantz CD6003 + PM6003, EB Acoustics EB1 // Rega Dac, Beresford Caiman Gator, CAL Delta CD, Naim Nait XS, EB Acoustics EB2 // Pure i20, Cambridge id100

rocoa


sordo

Hola FFR.
Enhorabuena por el trabajo.
Pero no seas modesto, eres un tio muy habilidoso.
Gracias por compartir

bi55378

Acabo de recibir un par de cables de Paco (Hamlet). Excelente trabajo!
A destacar el cable LOD para iPod de algodón con plata pura y cobre UPOCC sólido.
Muy recomendable para todos los que estéis buscando un buen cable LOD para iPod.

FRR

Refloto un poco esto, que lo tengo algo abandonado.


Para quien se lo quiera hacer por sí mismo, he aquí un esquema de los principales conectores de audio.

RCA.

Centro (Tip) = Señal.
Chasis (Sleeve) = Tierra.



XLR-3.

1 = Tierra
2 = Positivo (Hot)
3 = Invertido (Cold)

Algunos aparatos de fabricación americana invierten 2 y 3, por lo que conviene leer el manual del fabricante.



DIN-5 TOCADISCOS.

1 = Derecha +
2 = Tierra (cable con horquilla)
3 = Izquierda +
4 = Derecha tierra
5 = Izquierda tierra




IPOD 30 PINES.

1-2 = Tierra audio (puenteados internamente, puede usarse solo uno de los dos)
3 = Audio derecha
4 = Audio Izquierda
11 = Tierra serial
15 = Tierra serial
21 = Indicador de accesorio

11-15-21 puenteados con una resistencia de 68 kohms para que sea compatible con la mayoría de dispositivos


Visto desde la zona de soldadura, esta es la numeración:

1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29
2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30


SENNHEISER HD 580-600-650



SENNHEISER HD800

Muesca = Positivo (en la imagen, izquierda)
Sin muesca = Tierra (en la imagen, derecha)



MINI XLR-4 para AUDEZE

1-4 = Señal
2-3 = Tierra



JACK 3 POLOS (TRS)

Tip = Izquierda
Ring = Derecha
Sleeve = Tierra



SME

Vista de soldadura, con el pin central en la parte superior, de izquierda a derecha: Derecha tierra, derecha señal, tierra (cable con horquilla al previo), izquierda señal, izquierda tierra.



IAUDIO X5

10 = Tierra
13 = Derecha
14 = Izquierda



NAIM DIN-5

Puede variar según el aparato.


Naim también ha utilizado conectores DIN-4.



XLR-4 salida de auricular

1 = Señal izquierda
2 = Negativo izquierda
3 = Señal derecha
4 = Negativo derecha



JACKS DE 4 POLOS (TRRS) con MICRÓFONO

Tip (punta) = izquierda
Ring 1 = derecha
Ring 2 = tierra
Sleeve = micrófono


Saludos

Paco
ACTUAL: AKG K701, Grado 60, Yuin G1A, iGrado, Senn CX 300-II, HD407 // MF V8p + Little Pinkie, clones RA1, Fiio E7 // Marantz CD6003 + PM6003, EB Acoustics EB1 // Rega Dac, Beresford Caiman Gator, CAL Delta CD, Naim Nait XS, EB Acoustics EB2 // Pure i20, Cambridge id100

victor_cc


rocoa


herdom

Muchas gracias por el aporte, este va guardadito tambien  ;)

Una cosilla, este esquema creo que tiene un error, hablan del tip como positivo y el ring como negativo,  y como tu lo has escrito es como esta bien:


Tip = Izquierda
Ring = Derecha
Sleeve = Tierra


FRR

A lo mejor es para una conexión balanceada, ahora no lo tengo delante (de jack a XLR, o jack a jack para señal balanceada mono).

Saludos
ACTUAL: AKG K701, Grado 60, Yuin G1A, iGrado, Senn CX 300-II, HD407 // MF V8p + Little Pinkie, clones RA1, Fiio E7 // Marantz CD6003 + PM6003, EB Acoustics EB1 // Rega Dac, Beresford Caiman Gator, CAL Delta CD, Naim Nait XS, EB Acoustics EB2 // Pure i20, Cambridge id100

FRR

¿EXISTEN DIFERENCIAS ENTRE CABLES?
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A día de hoy, casi todo en audio es polémico o parece discutible: se discute, por ejemplo, si todos los amplificadores suenan igual, si existen diferencias entre fuentes digitales, si merece la pena configurar correctamente el ordenador o pagar por software específico para audio, si la calidad de los componentes de un circuito (condensadores, resistencias, potenciómetros...) influye o no en el sonido, e incluso si las diferencias entre altavoces, a partir de cierto nivel, son realmente apreciables. En el marco de esta trifulca perpetua (amén de aburrida), los cables están en el ojo del huracán, en el epicentro de las polémicas. Aquí no valen las medias tintas: o las diferencias son palpables o son absolutamente inapreciables.

Hasta no hace muchas décadas (los años 70, en concreto), no existían los cables de audio doméstico como tales, sino cables diseñados para otros usos con conectores específicos para audio (XLR o RCA, entre otros). El concepto cable de altavoz, por ejemplo, es relativamente reciente. Cuarenta años atrás, nadie le encontraba sentido a usar un diseño específico para este cometido: cualquier cable eléctrico podía servir. En las últimas cuatro décadas, la situación ha cambiado completamente, casi hasta el extremo. En efecto, el estado de cosas ha basculado de manera radical: si era absurdo pensar que un cable de lámpara de un calibre reducido podía servir para conectar un amplificador con unos altavoces, también es un sinsentido pagar lo mismo que cuesta un coche de gama media por un cable que es tan solo un enlace entre dos componentes de un equipo que ha costado lo mismo que el cable o incluso menos.


Quienes defienden que no existen diferencias apreciables entre cables de audio (y vídeo) reaccionan, de forma legítima y sensata, contra los abusos de ciertos sectores de la industria. En principio, no es una reacción frente a los cables de interconexión de gama media (30-60 euros, para entendernos), sino contra los de 500, 1000 o 1500 euros, basados en explicaciones, teorías y coartadas que a menudo son de difícil comprobación. Sin embargo, a día de hoy, la crítica se extiende ya a todos los cables, sin excepción, siempre que no sean un simple alambre con una funda de PVC y un blindaje básico.

Los que no creen en los cables (ni en las diferencias entre circuitos electrónicos) sustentan su postura en varios argumentos considerados científicos, de los cuales destacan dos: las mediciones de laboratorio (o especificaciones técnicas) y las pruebas ciegas. Atendiendo a las primeras, se alega que la inmensa mayoría de aparatos y cables de audio presentan bajísimas tasas de distorsión, de lo que se concluye que suenan exactamente igual, porque cualquier diferencia audible sería una desviación respecto a la señal original, es decir, supondría una alta tasa de distorsión, que se vería reflejada en la ficha técnica o en las mediciones. Se admite, pues, que técnicamente existen diferencias objetivas entre componentes (y también entre cables, sometidos a valores mensurables como la inductancia, la capacitancia y la resistencia), pero que esas diferencias son inapreciables para el torpe oído humano.

El argumento principal, sin embargo, es la prueba de doble ciego. ¿Alguien es capaz de distinguir dos cables (o dos lectores de CD, o dos amplificadores) sin saber cuál de ellos está "sonando"? Estas pruebas, importadas de otros ámbitos científicos, se organizan (aunque no siempre) con todo el protocolo técnico imaginable y todos los controles de calidad que uno podría desear. El caso es que, hay que decirlo, nadie ha logrado superar jamás una prueba ciega donde hubiera que distinguir entre dos cables, y eso da que pensar. La conclusión, obviamente, es que no existen diferencias audibles entre cables. Si alguien escucha diferencias, estaremos ante un caso de sugestión individual; si varias personas coinciden en las mismas diferencias, claramente nos las habremos con una sugestión colectiva, que puede implicar a docenas e incluso a cientos de personas en varios puntos del mundo. ¿Quién los ha sugestionado? Por supuesto, las eternas fuerzas del mal, que operan desde las revistas de audio, los blogs y foros audiófilos y la publicidad engañosa.


Sin embargo, la cuestión es un poco más compleja de lo que parece. La industria suele atacar y desacreditar estas pruebas con argumentos ridículos: sostiene, por ejemplo, que una tasa de aciertos del 50% demuestra que existen diferencias; por ejemplo, que las sesiones son largas y los oyentes están sometidos a una gran tensión; por ejemplo, que no se han utilizado conmutadores con la calidad suficiente; por ejemplo, que los cables no estaban rodados; por ejemplo, que los asistentes no estaban familiarizados ni con la música ni con los equipos, y así un sinfín interminable de despropósitos. Estos contrargumentos no hacen más que alimentar a la postura contraria y nos hacen un flaco favor a quienes sí pensamos que en audio no solo no todo mide igual, sino que no todo suena de la misma manera.

Personalmente, mi camino ha sido el inverso al habitual: empecé creyendo en la postura científica, que a fin de cuentas parece la más sensata, y nunca invertí demasiado dinero en componentes electrónicos o en cables. Alguna prueba doméstica, de comparación instantánea, me reafirmó en esta idea, pues fui incapaz de apreciar diferencias (en el momento de la conmutación) entre lectores de CD o cables de audio. Me fijaba en lo que se fija todo el mundo: en cómo suena esta guitarra, en si se percibe bien la línea del bajo, en si se escucha tal chasquido en el segundo X, etc. La cosa parecía clara. Sin embargo, a medida que cambiaba de componentes y de cables, cuando me relajaba en el sillón y saboreaba la música de manera natural y espontánea, notaba cambios muy significativos entre amplificadores, entre fuentes digitales y, tal vez, entre cables. ¿Estaría yo también sugestionado, a pesar de que no leía revistas de audio y, sobre todo, a pesar de que la información que había recibido por otros medios no siempre coincidía con lo que en ese momento estaba escuchando?

Mi postura se decantó, finalmente, cuando me decidí a confeccionarme mis propios cables de manera artesanal, por puro gusto o por simple curiosidad. Era una actividad relativamente barata y me permitiría salir de dudas. Los primeros resultados cambiaron radicalmente mi manera de ver las cosas. Los cambios en el sonido y la influencia de los cables se me hacían tan evidentes que no me cabía ninguna duda. La sugestión no lo explicaba, ya que no eran cables comerciales y, por ello, no existía ningún articulista malévolo ni ninguna forma de publicidad que pudiera haberme influido. Desde luego, en estas actividades de bricolaje casero la sugestión más peligrosa suele venir de otro lado: si uno ha elaborado un producto con dedicación y cuidado, si lo ha hecho con ilusión y si ha invertido algo de tiempo, ¿cómo no iba a notar una mejora una vez finalizado? Lo más extraño, sin embargo, es que los cables que confeccionaba fruto de esa ilusión algo paternalista típica del bricolaje no siempre sonaban mejor que los de antes: más bien, sonaban de otra manera, y a veces sonaban francamente peor que otros cables de los que esperaba mucho menos. De este modo, se deshacía la ecuación según la cual, en audio, los resultados se corresponden con las expectativas.

Para salir completamente de dudas, di a probar a varios compañeros de afición algunos de esos cables, pero sin decirles cuál era mi opinión sobre cada uno de ellos, ni siquiera con qué materiales los había elaborado. Lo único que les pedía era que los probaran en sus casas con todo el tiempo del mundo (en efecto, se los envié como regalo) y que publicaran sus impresiones en un foro abierto. Si los probadores usaban el mismo cable, les pedía que me mandaran sus impresiones de forma privada, para que uno no influyera en el otro. Y he aquí las primeras sorpresas: esos probadores, que no sabían qué tipo de cable estaban utilizando ni cómo había sido confeccionado, coincidieron con mis impresiones casi hasta el más mínimo detalle, y quienes habían compartido el mismo cable sin saber uno de otro coincidieron también entre ellos. La pregunta, entonces, se hacía obligatoria: ¿por qué las diferencias entre cables, que pueden ser medidas en laboratorio, son perceptibles en la tranquilidad de nuestras casas y sin conmutación instantánea, pero no lo son en una prueba ciega? ¿Qué estaba fallando? ¿Fallaban los cables y la percepción de los oyentes, o fallaba el método de doble ciego y la comparación directa?

Cabe la posibilidad (por el momento es solo eso, una posibilidad) de que la prueba ciega no sea un método válido en determinadas aplicaciones. Pongamos algunos ejemplos: imagine que le invitan a un concierto en el que se interpreta la Séptima Sinfonía de Beethoven, y que es usted un admirador (amén de buen melómano) de las principales orquestas austroalemanas. Imagine que le vendan los ojos y lo conducen a la sala de conciertos, asiste a la velada sin ver a los intérpretes y luego le preguntan qué orquesta ha sonado. Podría ser la Filarmónica de Berlín, o bien la de Viena. También le preguntan quién dirigía la orquesta: Masur, Barenboim, Rattle... Usted no acierta a responder, y otras cien personas como usted apenas rozan el 50% de aciertos. ¿Significará eso que ambas orquestas suenan igual? ¿Que esos directores tienen el mismo estilo? En absoluto. Sería absurdo pensar, a partir de ese momento, que no existen diferencias entre orquestas, y que todos los directores son iguales, siempre que sigan la partitura a rajatabla y no le quiten el ojo al metrónomo (o sea, a las mediciones técnicas, objetivables, científicas). En ese caso, lo lógico sería pensar que lo que está fallando no es la historia de la música y la interpretación, sino el método en sí, que no es aplicable a ese contexto.


El seguno ejemplo es todavía más claro: es usted lector de novela. Nos corregimos: es usted un devorador de novelas, dotado de un gusto exquisito y puntilloso hasta el extremo de dejar un libro a medias si el estilo no le satisface. Le presentan dos párrafos de libros que no había leído, sobre temas similares y con un registro equiparable. Por supuesto, no le indican cuál es la procedencia de esos textos. ¿Son del mismo autor, o de dos autores distintos? Si son de novelistas diferentes, ¿cuál pertenece a A.M. y cúal a M.A.? Por supuesto, puede usted emplear la mediciones técnicas (porcentajes de adjetivos, tipos de verbos, estadísticas sobre tipos de oraciones...) que le venga en gana. Si no acierta, o si acierta a medias, tendrá que aceptar que A.M. y M.A. tienen estilos indistinguibles y que escriben exactamente de la misma manera. Sin embargo, cualquier lector sabe que A.M. tiene su propio estilo, y M.A. su peculiar manera de escribir, aunque la comparación directa entre dos párrafos (o cinco, o diez) no permita demostrarlo. De nuevo, falla el método, no lo que su intuición (la parte no verbalizable de su cerebro) le indicaba.

Un último ejemplo, a propósito de las mediciones. Camina usted por el supermercado y se detiene ante la sección de comida precocinada. Coja dos latas de fabada asturiana (o de garbanzos a la madrileña, o de callos, da lo mismo) y elija en función no de la fotografía (¡no se deje sugestionar!) sino de los ingredientes (las mediciones). Es probable que llegue a la conclusión de que ambas latas contienen exactamente lo mismo. Sin embargo, usted sabe (porque lo ha saboreado en su casa) que la primera lata contiene un preparado más sabroso que la segunda, que es apenas una pasta indigerible. Eso sucede porque las mediciones de la etiqueta contenían los aspectos mensurables, que no los más importantes, del hipotético sabor de la comida. El auténtico sabor de la comida, con toda su complejidad, no cabe en una tabla de porcentajes, ni siquiera en un osciloscopio. Para medirla, sin duda, el aparato más complejo que conocemos, incluso en el siglo XXI, sigue siendo el paladar humano, a pesar de que el paladar humano es torpe y limitado si lo comparamos con el de otras especies del mundo animal.

¿Realmente lo sabemos todo sobre el sonido? Quizás. ¿Y sobre el oído? No está tan claro, a juzgar por la impotencia de la otirronología actual ante la mayor parte de los problemas que afectan al oído, a menudo irreversibles. ¿Y sobre el modo en que el cerebro procesa los sonidos (junto a otras sensaciones)? Muchísimo menos. Apenas la punta del iceberg. No hace mucho leía un interesante artículo sobre el agua, la sustancia más común de nuestro mundo. A pesar de su simplicidad, a pesar de su vulgaridad, el agua sigue siendo incomprendida en sus aspectos más importantes: no se puede recrear el agua del mar en laboratorio, aún se nos escapa el motivo último por el que las corrientes de agua no se mezclan, por qué cristaliza de formas tan distintas y por qué esos critales se dejan influir (quizás) por la música y las emociones, por qué no se comporta como la mayoría de sustancias al congelarse, etc. El agua, leía, es hidrógeno y oxígeno, pero también un tercer elemento que aún no ha sido medido, que quizás no pueda medirse porque no es un elemento, y que hace que sea agua y se comporte como agua. (Enlace al texto) ¿De verdad lo sabemos todo sobre algo bastante más complejo, sobre algo como por ejemplo la interacción entre el sonido, el oído y el cerebro? ¿De verdad cabe la Inacabada de Schubert en la onda de un osciloscopio?

No tengo conocimientos de psicoacústica, sino tan solo intuiciones de un oyente que quiere ser honesto consigo mismo, de modo que lo que sigue es puramente intuitivo (como buena parte de lo que lo precede). Quizás el motivo por el que en una prueba ciega no se perciban las diferencias, pero sí las semejanzas, radique en las características de la percepción humana. En este caso, los ejemplos son también muy sencillos de entender. Todos nos hemos reído alguna vez viendo en la televisión alguno de esos programas de parecidos razonables, donde se encaran las imágenes de dos personas (normalmente, famosas) que comparten algún rasgo físico.


Este caso es extremo: se trata del parecido de un rostro humano con un objeto similar a una empanada. Objetivamente, las diferencias son mucho más abultadas que las semejanzas. Estas, también objetivamente, son muy discutibles, pues ambas imágenes no comparten ni rasgos de color, ni exactamente de forma, ni de complejidad. Sin embargo, nuestro cerebro ha sido capaz de detectar, casi al instante, las semejanzas (las líneas maestras, los puntos de fuga) y le ha parecido gracioso. Veamos ahora otra imagen.

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La imagen es muchísimo más sencilla que la primera: no hay colores y apenas hay unas pocas líneas más o menos sencillas dibujadas con trazo homogéneo. Sin embargo, en este caso nuestro cerebro no detecta las diferencias al instante (algo que sí haría una máquina, es decir, una medición técnica). Incluso pasados unos segundos de concentración, seguiremos preguntándonos si no se nos habrá escapado alguna, si no deberíamos fijarnos de nuevo en los pliegues de la túnica, por si acaso. Lo más curioso es que la imagen de la izquierda, aislada de la otra, transmite al instante una sensación de seriedad y concentración, mientras que la de la derecha, también aislada de la otra, sugiere inmediatamente un sentimiento de piedad y paz. Esta percepción, cuando no se comparan, es intuitiva e instantánea. Sin embargo, cuando ha visto una imagen junto a la otra, ¿cuántos segundos ha tardado en fijarse en la ceja de la mujer? La razón y la conciencia han tardado bastante más (segundos frente a milésimas de segundo) en localizar un elemento que su intuición había percibido inmediatamente.

Parece, entonces, que nuestro cerebro no está demasiado entrenado para ver diferencias, sino todo lo contrario: tiene una facilidad increíble para encontrar similitudes incluso entre imágenes que apenas comparten algún rasgo difícil de medir objetivamente y con precisión, mientras que se las ve y se las desea para aislar diferencias incluso en objetos visuales relativamente sencillos. Téngase en cuenta, además, que estamos usando el sentido de la vista, nuestro sentido más ejercitado. ¿Podría suceder algo similar con el sentido del oído, mucho menos entrenado? ¿Está el oído (el cerebro) preparado para percibir semejanzas, pero no para distinguir matices en comparación directa? ¿Esos matices, que parecen irrelevantes en comparación directa, son determinantes en una escucha aislada, como sucedía con la ceja de la Virgen, difícil de percibir en un caso pero determinante en el otro? He aquí una posible explicación de por qué los cables no suenan en las pruebas ciegas, realizadas a conciencia, pero sí en las escuchas domésticas, puramente intuitivas. Aquí no existe componente alguno de sugestión, ni fuerzas pérfidas que nos presionen para ver lo que no vemos, ni vendedores de aceite de serpiente o crecepelo, sino una explicación sencilla basa en el modo en que percibimos y asimilamos las cosas. El modo, en definitiva, en que oímos, pero sobre todo la manera en que escuchamos.

(Seguirá.)
ACTUAL: AKG K701, Grado 60, Yuin G1A, iGrado, Senn CX 300-II, HD407 // MF V8p + Little Pinkie, clones RA1, Fiio E7 // Marantz CD6003 + PM6003, EB Acoustics EB1 // Rega Dac, Beresford Caiman Gator, CAL Delta CD, Naim Nait XS, EB Acoustics EB2 // Pure i20, Cambridge id100

abroba

¡OLE TÚ, PACO!  :nosomosdignos:

Muy currado y, de veras muy interesante. Seguiremos atentos...

Gracias por compartirlo. Salu2!

Abel
"La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar" (Christopher McCandless)

dexon

Ostras Paco, simplemente brutal la exposición que has hecho. Me quito el sombrero y te felicito.

Un abrazo, tío ¡¡

Eferbel

Unas reflexiones muy interesantes Paco. Estaremos atento a la segunda parte.

Gracias por compartirlas con nosotros.

Nando22

FRR, muy bueno.

Un buen esfuerzo de síntesis y de ejemplos en torno a la percepción.
Me ha gustado mucho.
Cada vez que hablo con algún aficionado contrario a las diferencias entre cables o componentes, me entra una gran impotencia. Pero si a mi me parece obvio, porqué a él no?

Gracias.