El viernes pasado pude oír a Dudamel dirigir a su orquesta Suecaen un magnífico concierto donde interpretaron Richard Strauss, sobre todo, y esa es mi recomendación: antes de atragantarae uno con Zaratustras, recomiendo el hermoso Don Juan, poema sinfónico de duración contenida.
No me he podido contener al escrito de nuestro colega beren al citar la magnífica obra Don Juan de Richard Strauss y no ponerme a hablar un poco de ella, ya que una obra de música, al igual que un cuadro, una escultura o cualquier otra obra de arte, tiene una historia, un programa o un análisis que con una simple cita se puede apreciar mucho mejor aún sin tener los conocimientos pertinentes en la materia.
Richard Strauss (no confundir con la familia Strauss, compositores de valses, además no tienen ningún parentesco) estaba menos influido por la música de Brahms o Schumann, de carácter romántico con tintes clásicos, que por la vanguardista música de programa de Liszt y Wagner. Junto con las aspiraciones románticas hacia las mujeres de este joven compositor, que por entonces tenía unos 23 años, estas dos tendencias hacia lo apasionado le llevaron a la composición que hoy nos lleva. Su primera obra maestra: una canción de amor extravagante, alentada por el gran amor que sentía hacia la mujer de uno de sus mejores amigos, el violoncellista Hanus Wihan-Weis, pero Richard refrenaba sus pasiones por respeto hacia su amigo, por lo que se sumió en una fuerte depresión, saliendo de ella al poco tiempo al enterarse que el matrimonio iba mal, con las esperanzas de ruptura. Y así fue. Pero este amor le duró poco, ya que uno y otra buscaban cosas diferentes en la vida. Ella tenía cuatro años más que él.
El poema, basado en el “Don Juan” de Nicolaus Lenau, describe escenas de amor, un carnaval y el duelo final de Don Juan, aquí no con el convidado de piedra, sino con su hijo Don Pedro.
El biógrafo más importante de R. Strauss, Norman Del Mar, interpreta el poema, según unos escritos que dejó el compositor, de esta forma:
“El sujeto principal es un tema compuesto, del cual con posterioridad se aíslan y desarrollan extensamente todas las características principales. Esta profusión de ideas juntas presenta la figura del mismo Don Juan en toda su gloría apasionada y anhelo de vivir.
Un nuevo tema, introducido primero en los instrumentos bajos, lleva el ímpetu de la música hacia adelante y conduce a la primera hazaña romántica del héroe... El tema de esta heroína es puramente caprichoso y ni siquiera la indicación
flebile (quejumbroso) logra sugerir que ha sido tocada en su corazón.
Sin embargo, Strauss tenía la intención de que la figura cromáticamente descendiente con la que se separa de Don Juan representara "un sentimiento de saciedad en el corazón de Juan", indicando que había existido una relación emotiva entre ellos...
Con un floreo impaciente se aparta de esta amante poco sa¬tisfactoria, da la vuelta e inmediatamente queda hechizado ante la aparición de una nueva belleza. Don Juan está profundamente conmovido y lo que sigue es la escena amorosa...
La música se eleva hasta llegar a un clímax de intensidad insoportable, que se aplaca de golpe cuando entran suavemente los violonchelos tocando el tema inicial de Don Juan como una pregunta. Este se ha despertado del olvido que produce el amor y, aunque su amante intenta prolongar sus sueños, estos ya no tienen poder de retenerle. En un instante Don Juan está fuera de su alcance y en busca de nuevas aventuras.
Sus temas [se alzan] hasta un tono de frenesí; súbitamente se produce un alto y comienza un nuevo cortejo. Esta vez la capitulación de la muchacha es menos inmediata y la seducción por parte de Don Juan adquiere una nota de anhelante intensidad hasta que gradualmente él logra vencer su lastimosa resistencia y finalmente ella sucumbe del todo [en]... una de las grandes canciones de amor de toda la historia de la música.
Strauss ahora nos ofrece un nuevo tema heroico de Don Juan en cuatro trompas. [En un Baile de Máscaras] aparece un nuevo tema brillante que, junto con el tema de Don Juan en las trompas-ahora tocado en glockenspiel y trompeta-, arrastra la música a una poderosa serie de exposiciones majestuosas, aumentando progresivamente en fuerza e impulso, hasta que en el clímax cae como un torrente en una terrible sima...
La moral de Don Juan súbitamente ha llegado a lo más bajo. Los fantasmas de sus tres antiguas amantes revolotean en su conciencia. En su depresión, le ha dado en vagar por los cementerios e invita a cenar a la estatua de un noble distinguido al que había matado... La estatua no acude; es el hijo del noble, Don Pedro, quien se presenta en la escena de la cena. Desafía al invencible libertino a un duelo a muerte.
Don Juan, con Pedro enteramente a su merced, se da cuenta de que la victoria es inútil y voluntariamente se entrega a la espada de su adversario. Hay un pálido acorde menor con el cual las trompetas pronuncian la nota disonante que representa con horrible claridad la estocada mortal y, con una serie de vibraciones estremecedoras descendentes, la vida de Don Juan se escapa. La obra finaliza con una nota de vacuidad que resulta mucho más devastadora por lo próxima que está a una escena de esplendor y exaltación sin precedentes.”
Y aquí os paso el enlace de, posiblemente, la mejor versión que existe, la de Rudolf Kempe con la Staatskapelle de Dresden.
http://open.spotify.com/track/7skCNBcInTMSjDOtCZ2E2FEspero haya sido de vuestro interés.
Saludos a todos!!!