Cuando era un crío solía pasar las veranos en el pueblo de mis abuelos. Era de esos pueblos calurosos pero ideales para pasar la época estival. Sitio tranquilo, de gentes abiertas, de puertas sin cerrojo, de noches frescas... Muchas casas eran de pueblo y otras muchas chalecitos de personas algo más pudientes. Allí pasaba mis veranos y allí conocí a Jorgito.
Jorgito era un tío majísimo. Buena persona, generoso, siempre dispuesto a compartir y a hacer cosas por los demás.
Tenía Jorgito en su chalé una piscina, guay, amplia y bien cuidada. Jorgito empezó a invitar al chavalerío del pueblo a su piscina y allí nos juntamos pandilla. Muchas chavalitas venían, lo que, no puedo negar, me fue un gran aliciente para no dejar de ir por la piscina de Jorgito. Yo no tenía edad, ni estaba ducho en las artes de ligoteo y amatorias. Pero ver operar a mis amigos, mucho más experimentados, me hacía aprender y disfrutar. Por lo demás a nadie le molestaba mi imberbe presencia.
Así fueron pasando los días de verano, felices y divertidos. Jorgito siempre dejó claro que la piscina era su casa y los demás invitados. Pero se dejaba hacer debido a la sobrada prudencia de los asistentes. Como en toda situación comunitaria no dejaba de haber algún que otro roce que por lo demás, al menos al principio, se solucionó.
Entonces empezaron a haber algunos enfrentamientos un poco más serios, y es que las churris tiran mucho. Cruces de acusaciones y cosas de esas, de críos. Pero Jorgito, muy dueño de su casa, decidió atajarlo de otra manera. Que si tú ya no vienes, que si no te ajunto, que eso aquí no lo traes... ¡Faltaría más! Y es que el patio de mi casa es particular.
El caso es que la piscina de Jorgito empezó a no ser un sitio tan chulo como antes. Y en mi caso personal empezaba a echar de menos a algunos de esos amigos defenestrados.
Que pena porque Jorgito era un tío bien majo. Pero se le fue la mano.
De tal modo que empezamos a reunirnos en la plaza del pueblo para ir al río, al frontón, al camino de las huertas... Daba igual, lo importante era seguir juntos y poder compartir.
Jorgito empezó a quedarse solo y a mí me dió un poco de pena. No obstante al final lo solucionamos; ahora no me acuerdo como.
El caso es que no sé por qué me han venido estos recuerdos de la infancia. ¿Quién sabe?
Perdón por la parrafada y saludos a Jorgito.
Espero poder seguir veraneando.
David